viernes, 16 de mayo de 2014

Hoy gracias a una amiga me enteré que la palabra "sociabilizar" sí existe, la RAE lo confirma.
Mamá, ¡me retaste tanto tiempo por hablar bien! tema superadeichon.
Ahora mi primer cuento publicado, en la vigésima versión de la  revista "Botella del Náufrago". Es un microcuento inspirado en uno de esos comunes días de resfriado en los que no podía parar de sonarme, debórenlo a su gusto queridos lectores internetienses.


El cocodrilo no quiere salir del bosque
Un cocodrilo verde juega en el bosque. En el bosque verde hay árboles y en los árboles verdes hay hojas. En las verdes hojas de los árboles hay algunas orugas. Esas orugas comen y luego se cubren de crisálidas transparentes. De esas crisálidas transparentes salen verdes mariposas. Algunas de esas mariposas vuelan y se apoyan en la laguna transparente, otras caen hasta el estómago.
            El cocodrilo verde tiene hambre, intenta cazar con sus feroces mandíbulas a algún canario desprevenido o a un faisán dorado. Hiere a un amarillo canario indefenso que se mancha de roja sangre. Mientras, en el lago, nadan peces.
            Crecen narcisos amarillos entremedio del bosque, algunos canarios caen.
            De repente se desborda  la laguna y comienza a avanzar entre el bosque; escurre líquido por la nariz de Agustín. Él se suena, algunos árboles caen y consigo llevan verdes mariposas y amarillos canarios, algunos manchados de rojo.
            Corre, desesperado corre el cocodrilo sin querer salir del bosque. Los peces se ahogan sin la laguna.
            Con fuerza, Agustín sopla por su nariz y como una masa amorfa quedan plasmados el bosque, los árboles, las hojas, las orugas, las crisálidas y las mariposas en el pañuelo con el que se suena Agustín.
            El cocodrilo no tuvo fuerza suficiente, también terminó en el pañuelo
            Agustín empezó a toser. Por su garganta suben los narcisos, faisanes, algunas mariposas y canarios  que por su boca escapan volando.


            Todo ese ecosistema estaba en las cavidades nasales de Agustín. Ahora sabe que no debe andar a pies descalzos por su casa en otoño, menos aún en el próximo invierno.


Saludos lectores imaginarios, un abrazo de oso (realmente no les daría un abrazo de oso, porque al no ser oso no creo que pueda dar un abrazo de tal magnitud, si es que los osos se abrazan... a menos que sea Winnie Pooh claro. Pero bueno, hagamos que sí).

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